miércoles, 16 de diciembre de 2009

Hola ¿Cómo estás?;
Sabes…, he estado pensando mucho en ti. Quizás te extrañe mi carta, pero es que ha pasado algún tiempo y realmente no hemos hablado. Los afanes de la vida y las obligaciones que vienen con los años (la familia, el trabajo, los hijos, etc.) nos han distanciado un poco y no hemos compartido todo lo que hubiéramos deseado. Recuerdo con nostalgia los años pasados, cuando todo parecía tan sencillo y la seguridad de tú presencia me acompañaba. Y me pregunto si sabes que te quiero, y qué podría hacer hoy para demostrarlo. Sería lindo enviarte una postal hermosa, mandarte flores o hasta componerte una canción. Y si estuvieras enfermo correría a tu lado, donaría mi sangre y si fuera necesario te regalaría un riñón. Pero poseo algo mucho más hermoso que una rosa, más costoso que cualquier trasplante o medicina, y mucho más dulce que una canción. ¿Cómo podría entonces afirmar amarte si no lo deseara también para ti? Por eso te escribo hoy.
Si lo piensas, mañana podría ser un día importante. Mañana podría cambiar todo lo que consideras de valor hasta hoy. Por eso he querido adelantarme. O quizá no sea diferente de otros días, con retos inesperados, noticias buenas y no tan buenas, alegrías y alguna que otra tristeza. Lo confieso, realmente no sé lo que Dios va a permitir en tú vida, pero sí sé lo que hizo ya por ti. Permíteme compartirlo aquí contigo.
Hay una mala noticia. La Biblia dice: “De que le vale al hombre ganarlo todo y perder su alma.” Déjame explicarte. Los hombres de negocios saben que por sus palabras se rigen otros y que ellos imparten la ley y ponen las pautas. Pues bueno, la vida es el negocio de Dios. Pero tenemos un problema y es que hemos ignorado Su Palabra, Su ley y pasado por alto Sus pautas. ¿Sabes cuáles son? Están escritas en tu mente. ¿La has cumplido? Sé que sabes que no. Un día todos vamos a morir: “Porque está establecido a todos los hombres que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio.” ¿Estás preparado para ese juicio? ¿Cómo piensas enfrentar la justicia de Dios? Porque “el que guarda toda la ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de toda.” Al mirar la ley de Dios y ver que no la hemos cumplido, la consciencia nos acusa y nos dice que hemos fallado: “Por cuanto TODOS pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.” El veredicto es seguro: “La paga del pecado es muerte.”
Pero la buena noticia es que “el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús”. Sabes que hace poco más de dos mil años Jesucristo tomó tú lugar en un madero para que fueras declarado inocente (“el justo, por los injustos”); murió para que pudieras vivir. ¡Es increíble, pero es cierto! Porque la religión te dice “Esfuérzate y haz todo lo que puedas, al final… ya veremos”; pero Dios te dice “Ya hice todo lo que hacía falta; en mi puedes estar seguro y descansar”. El problema es que todo el esfuerzo del mundo no hace ninguna diferencia. No puedes hacer nada para ganar el favor de Dios ni puedes merecerlo, pero puede ser tuyo si lo tomas tal como se te ofrece: “Porque por gracia sois salvos, no por obras, para que nadie se gloríe.”
¿Quieres tú el regalo de vida eterna que Dios te ofrece hoy? Al reconocer que hemos pecado y que somos culpables delante de Él, la tristeza de saber que hemos vivido ignorando o rechazando la realidad de Su Justicia es lo que se llama arrepentimiento para salvación. Si crees esto, estarás preparado para recibir y apropiarte de lo que Dios ya hizo por ti. ¿Lo quieres? Si este es tú deseo, ahí, como mejor puedas, pídele al Señor que te perdone, te salve y te de la certeza de Su presencia en tú vida. “Y la paz de Dios que sobrepasa TODO entendimiento, guardará tú corazón en Cristo Jesús”.
Hace ya quince años que pedí y recibí de Dios este regalo que comparto hoy contigo. ¡No podría yo hacer por ti nada mejor! Te aseguro… no lo merecía entonces, ni tampoco lo merezco hoy. ¡Ha sido todo por gracia! Acéptale tú también hoy.

¡Te amamos… aunque te confieso, El más que yo!